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Somos "iguales", una mala idea que algunos intentan reconceptualizar



Por: Carmen Rodríguez
 
 “Estar” no es lo mismo que “ser”, eso es una clase básica del español, hasta allí estamos claros. El asunto es creen ingenuamente que porque en un país como Venezuela es estar el 70 u 80 % de la población igualada salarialmente “todos somos iguales” es un grave error, es consuelo banal de los ilusos.

Hoy alguien soltó esta frase “vecina, no vale la pena estudiar, para qué le sirve tanto sus estudios si al final todos estamos en el mismo nivel social, incluso yo que no he estudiado y ni siquiera trabajo fuera de  mi casa. Estamos en el mismo nivel social”. 


Sin deseos de menosprecio la idea, para mí absolutamente discutibles, he de puntualizar varias cosas:

1) Manejar un ingreso mensual parecido no hace a la gente igual. La igualdad existe en nuestra humanidad, como idea abstracta muy bonita porque “todos somos hijos de Dios”, “Todos somos humanos” e incluso ahora en Venezuela “todos comemos los mismo” (o casi lo mismo).
  2) La igualdad se enarbola como bandera para defender los derechos de algunas personas que pueden ser vulnerados. Por ello es un asunto de ética respetar y reclamar igualdad para con las personas que tengan algún tipo de impedimento físico o psicológico o que profesen una religión distinta o tengan una preferencia sexual diferente a la tuya. Allí hay que alzar la voz sí o sí. 
  3)Uno puede “estar” en mala situación económica, pero no necesariamente ser “pobre”, considerando todas las implicaciones de la palabra. Uno puede ser feliz casi siempre, pero no estar feliz algunos días. Es decir, el verbo “estar” siempre está relacionado a una temporalidad, algo que ha de pasar.
4)Que el gobierno te haya igualado salarialmente a otros profesionales o vecinos tuyos no es condición sine qua non de que “somos iguales”.


Cada quién en su andar por la vida se construye un camino del que es responsable y nadie puede venir a crear verdades de igualdades sociales por el salario homologado y miserable que en estos momentos tenemos muchos profesionales. Ningún gobierno puede quitarte lo que eres cultural y socialmente y eso debemos expresarlo y sentirnos orgullosos de lo que hemos crecido. Aclaro que no discuto sobre el crecimiento espiritual porque ése es muchas veces mayor en la gente con menos recursos económicos y es la estrella que distingue la luz en medio de la oscuridad. Hablo en este caso de eso que has hecho con tus horas de ocio y de estudio.

Decir ante la penuria económica que “somos iguales” debe ser un acto de humildad y de afecto, una expresión sin mezquindad que se ha de decir para no hacer sentir mal al otro, pero adentro, en tu fuero interno, no debes dejar morir eso que social y culturalmente te diferencia. Ahora más que nunca debemos ser orgullosos de ello porque es lo que nos permite tener mejor criterio y ver con mayor amplitud los eventos diarios.

Tampoco podemos decirle a un joven “no estudies” porque aquí lo que vale es ser un “enchufado”, “los estudios no tienen ningún valor actualmente”, “en este país lo que paga es ser bachaquero”, “busca un oficio para que trabajes rápido o para que te vayas del país”. CADA QUIEN HABRÁ DE TOMAR SUS DECISIONES Y CONSTRUIR SU CAMINO, pero no sea pájaro de mal agüero y no llene la cabeza y las ilusiones de los jóvenes con prejuicios de pobreza y mediocridad. No sea aldeano. ESTUDIAR SIEMPRE ES BUENO, DE PROVECHO PARA LA VIDA Y SIEMPRE, SIEMPRE HACE GRANDE AL HOMBRE.

Estudiar en este tiempo de oscuridad debe ser un valor en el que aún debemos insistir porque el estudio será el que traiga luz y esperanza a nuestros hijos y al futuro de este país, porque muchos se están yendo, es cierto, pero el país no está vacío y no puede estarlo. La historia de otros países corrobora que la oscuridad política pasa y la nuestra habrá de pasar, no me pregunten cuándo porque no lo sé y todas las noches me acuesto arropada por la cobija de la esperanza (todavía). 
Este tiempo venezolano no puede ser tiempo de dejadez, de flojera colectiva y de no estudiar para sentirnos “iguales” a causa de un salario. No estamos en la edad media y pasado el tiempo solo brillarán aquellos que insistieron y estudiaron porque no se rindieron a la “igualdad” circunstancial, a un verbo “estar” que muchos desean perpetuar como el verbo “ser”.


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